Capítulo 6
Allana abrió los ojos, tras una larga noche de sueño reparador. Se incorporó bajo las desordenadas sábanas y contempló la habitación. Estaba tenuemente iluminada por la luz del día, ya que las cortinas estaban cerradas. Echó un vistazo a la cama de su hermana, aún estaba dormida, al igual que sus dos gatos. Se preguntó que hora era, así que miró el despertador. Eran las ocho y pico, así que consideró oportuno despertar a Lía de una buena vez. Cogió la almohada, medio dormida, y se la tiró con una puntería asombrosa.
- ¡¡Ahhh!! ¡Bruta!
- Baaah, si sólo es una almohada, exagerada.
- Hay que ver qué dulce eres para despertar a alguien, tú.
- Deja ya de quejarte y vamos a levantarnos, anda.
Se levantaron a duras penas de la cama. Lo bueno, era que no hacía mucho calor a esas horas, por lo que se estaba a gusto. Sin embargo, al salir al pasillo, hacía más fresco, así que fueron rápidamente hasta la cocina. Cuando llegaron, la habitación estaba llena de luz, por sus grandes ventanales. Allana se asomó a la ventana, subiéndose a la encimera con su envidiable agilidad, para ver las flores del parrete que había bajo la misma. Estaban preciosas, cada una era de un color, amarillas, rojas, rosas, naranjas... Se bajó y fue con su hermana, a buscar el cacao. Tras revolver en algunos cajones, encontraron el dichoso bote. Así que cogieron sus tazas -la de Lía era verde con un león dibujado, mientras que la de Allana era azulada y con un delfín en ella. Eran iguales, pero distintas.- les pusieron unas cucharaditas del cacao, las llenaron de leche y las metieron al microondas. Cuando pasó alrededor de un minuto, sonó la campanita y cogieron sus tazas, las pusieron encima de la mesa y Allana se sentó mientras que Lía cogía unas pocas magdalenas. Charlaron alegremente mientras bebían y tomaban magdalenas con manzana. Al rato, cuando acabaron, limpiaron la cocina y subieron a su habitación, con un platito repleto de agua. Sus gatitos ya habían despertado y estaban en la puerta, jugando entre ellos, dando vueltas por ahí. Con cuidado de no pisarlos, fueron cuidadosamente hasta sus boles de comida, depositaron el platito en el suelo y pusieron un puñado del pienso especial de la tienda para que desayunasen. Los gatos pararon su juego y se acercaron, atraídos por mera curiosidad. El pequeño Gibbs se asomó al bol de comida y se metió dentro. Dream, por su parte, metía la patita en el agua y la sacaba rápidamente. Las hermanas rieron. Se quedaron un rato jugando con los gatos, que parecían felices a rabiar. Allana miró la pequeña libretita que tenía calendario incluido. Al día siguiente sería 1 de septiembre.
- Oye, Lía...-
- ¿Qué pasa?
- Mira el calendario. ¡Mañana ya nos vamos!
- Jope, es verdad... ¿Cómo crees que será?
- Ni idea. Tengo miedo, ¿y si no nos mandan a ninguna casa? ¿Y si el sombrero nos manda de vuelta?
- No creo... ¿A ti a cuál te gustaría ir? Si pudieras elegir, claro.
- Papá habla maravillas de Gryffindor... Dice que es la mejor casa, la de los valientes.
- Ya, es a la que fue de pequeño y guarda buenos recuerdos. Normal. Con los que no está tan contento es con los de Slytherin...-
- No me gustaría ser mandada allí, ¿sabes?- murmuró Allana, súbitamente preocupada. Estaba preocupada, no creía tener las aptitudes suficientes como para ser maga en un colegio como Hogwarts. No se consideraba valiente, ni astuta, ni inteligente. Y no hablemos de constante. Pero si había recibido la carta, algo debía tener.
- Ya, ni a mí, pero bueno. Habrá que esperar a mañana, a ver qué pasa.- dijo su hermana, inexpresiva, pero con una ligera nota de emoción en su voz.
Se quedaron en silencio, posando la vista en sus gatos que seguían jugando, totalmente ajenos a la conversación de sus preocupadas dueñas. Oyeron ruidos en la habitación continua y supusieron –correctamente- que sus padres se habían despertado. Así que dejaron a sus gatitos jugando y bajaron a la cocina. Su madre estaba allí, con una bata verde claro y el Sol refulgiendo en su pelo marrón. Bostezaba mientras se hacía el café.
- Hola mami.- dijeron las gemelas a la vez, yendo a abrazarla.
- Buenos días.- respondió con tono soñoliento.
Se sentaron a la mesa con ella solo para ver cómo desayunaba.
- ¿Qué, nerviosas?- preguntó mientras cogía del armario unos bizcochos.
- Pues un poco, sí.- dijo Allana, mientras su hermana asentía.
- Hoy tendremos que hacer las maletas, ¿verdad?- preguntó Lía con curiosidad.
- Sí, tengo que ayudaros a preparar los baúles. Así que esta tarde habrá que trabajar.-
- Claro, claro, jo, que nervios.- dijo Lía.
. . .
Tras la comida –consistente en un plato de curry- subieron a su habitación a pasar la tarde. Sus gatitos dormían profundamente sobre el cojín que tenían a modo de cama. Sacaron los baúles que habían metido con asombrosa dificultad en el armario la tarde anterior y los abrieron a duras penas ya que la tapa era de madera maciza y pesaba bastante. Allana se preguntó si realmente en un baúl así iba a caber todo lo que tendría que meter allí. Aunque con madia se podía conseguir casi todo.
Fin